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Las segundas Navidades de Lucia

    Autor: Gema Marí Bonet, hija de Bartolo Marí Bonet, de 72 años y hermana de Sergio Marí Bonet, de 35 años, tía y madrina de Lucía.
    Lugar: Sant Josep, Isla de Eivisasa/Ibiza, Illes Balears

    Eran las once de la noche del pasado 29 de mayo cuando Sergio, el papi de Lucia, cerraba las puertas de su negocio acompañado de Bartolo, su padre y abuelito de esta nena de 20 meses. Seguramente en aquellos momentos no sospechaban que nunca jamás volverían a cerrar aquella puerta ni que aquel trayecto por la carretera entre San Antonio e Ibiza, de doble sentido y en obras, sería el último.

    Tanto Bartolo como Sergio eran conductores responsables, pues comprendían que las normas de circulación existen para proteger las vidas de todos, posibilitando el fluido armónico del tráfico. También conocían y respetaban el valor de la vida, de las suyas y de las de los demás. No obstante, su actitud generosa no les salvó de quien, por el contrario, iba conduciendo en dirección opuesta y no veía su propio vehículo como un medio de transporte sino mas bien como un coche de carreras, que incontrolable debido a la tremenda velocidad y convertido en una bomba, destrozó física y emocionalmente a dos familias inocentes y a la suya propia.

    ¿”Accidente” de trafico? ¿Es accidental el circular a velocidad excesiva o mas bien una conducta delictiva de quien, voluntariamente, pisando a fondo el acelerador, pone en peligro de muerte a todos quienes en ese momento comparten la carretera? ¿Hasta que punto tiene responsabilidad la Administración y toda la sociedad en ese acto delictivo? ¿Por qué mientras la Constitución en su capitulo segundo, artículo 15 nos indica que los españoles tenemos Derecho a la Vida y a la Integridad Física y Moral, las autoridades dejan en manos de los conductores estos vehículos, que pueden convertirse en armas de gran poder de destrucción? ¿Acaso las leyes no han de basarse en la Constitución?.

    ¿A cuántos desaprensivos/as conoce usted que circulan más acelerados/as de lo debido, saltándose los limites de velocidad y las normas ya sea por dejarse dominar por el estrés y las prisas de la vida diaria, por cansancio o sueño, por haber tomado sustancias que influyen en la capacidad de conducir o sencillamente, por ser un fanático del automovilismo?

    Es una obviedad decir que ha de adaptarse la seguridad a las circunstancias actuales del tráfico en vez de seguir rigiéndonos por normas creadas en unas circunstancias muy diferentes, por ejemplo, con un numero muchísimo menos de automóviles. El proceso de concienciación en materia de seguridad vial de esta sociedad que rinde culto a la velocidad en la vida y consecuentemente en el trafico, es un camino lento y su materialización en leyes y actuaciones de todos los implicados para evitar o disminuir la siniestralidad lo es todavía mas.

    En la practica queda mucho por hacer y el precio del retraso en esta materia lo seguiremos pagando con nuestra sangre, día a día, los ciudadanos hasta que (¡esperemos que llegue!) ese día soñado en que el coche salga de fábrica como lo que es: un medio de transporte cotidiano para desarrollar la vida diaria y sea conducido con total conciencia y responsabilidad.

    Mientras tanto, Lucía, la “niña de los ojos” de su papi y de su abuelito, nunca jamás pasará unas Navidades con ellos: realmente nunca tendrá la posibilidad de saber lo que es tener un padre, ni tampoco recordará cómo se le iluminaban de alegría los ojos a su abuelito “Yeyu” al verla. Por lo que respecta a nosotros, los familiares intentaremos en vano que Lucía no perciba en nuestra mirada la tristeza y el profundo vacío que causa el perder, a la vez, de manera tan violenta, sin sentido y para siempre, a dos de nuestros seres más queridos.

    Por último quiero desearte en particular a ti, lector/a. Que al atender a estas líneas compartes mi dolor, unas felices fiestas de Navidad y venturoso 2007. Quiero mandar mis buenos deseos, resaltar y agradecer la encomiable labor de tantas y tantas personas que, día tras día, individualmente o en organizaciones privadas o entidades públicas, dedican sus esfuerzos en pro de la seguridad vial.

    Finalmente, no quiero olvidarme de ti, conductor/a responsable que con tu conducta salvas vidas sin ser conciente de ello.

    Deseo pensar que siempre y, especialmente en estas fechas, seguiremos unidos a los seres que nos han faltado en la tierra por los lazos espirituales del amor verdadero y, todos juntos, lograremos la fuerza para conseguir, algún día, que no siga muriendo gente en la carretera.

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